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MAL PADRE

Soy mal padre. No podría negarlo. No sé si desesperarme o ponerme triste, porque nada garantiza que aquellas emociones me puedan ayudar al respecto, mucho menos el llanto pueda cambiar la situación. Por eso es que aunque me muera de ganas por recogerte cuando te caes, me contengo y espero que lo hagas y que no llores. Por eso es que prefiero que crezcas plena y feliz, aunque no sea prioridad que llegues a tener gratos recuerdo míos de tu niñez. Porque no me interesa tanto que me ames y me tengas cariño, sino que no sufras, que en muchos aspectos de tu vida no te suceda las cosas desagradables que yo viví, para que te desarrolles y no esperes a tu adultez para dejar de llorar, para hacerte fuerte, para preferirte antes que a los demás: para ser libre. También debo ser mal padre porque hay cosas que no quiero trasmitirte y legarte: los miedos, las culpas, el resentimiento, una variedad de emociones inútiles y fatuas que solo te caracterizarán como alguien con