Yo nací en Perú. No me avergüenza ser peruano, pero tampoco me siento orgulloso de serlo. No canto el himno nacional, no me pongo la mano al pecho ni saludo a la bandera en los eventos oficiales. No creo que Perú sea más grande que todos sus problemas. No voté por Machu Picchu para que sea una de las maravillas del mundo. No creo que Perú clasifique al siguiente mundial de fútbol profesional. No me siento orgulloso del pasado histórico ni veo el futuro del país con optimismo.
Debo aclarar que no me siento – como muchos de mis ridículos y acomplejados connacionales – un transeúnte accidentado que tuvo el infortunio de nacer aquí porque sus padres o abuelos fueron europeos o norteamericanos o de cualquier otro país. El patriotismo me es indiferente, y el nacionalismo limitante. No compro productos sólo porque digan que son peruanos ni nada por el estilo. Creo que la historia peruana registra algo para aprender y no para sentir orgullo. Desde el imperio de los Incas hacia adelante no hay más que dominación, tributos, jerarquías sociales, guerras y divisiones del que aún no se ha rescatado el valor práctico. Vivimos en el país del “glorioso pasado”, del terrible presente y del distante y eterno pero demagógico “prometedor futuro”.
No digo que me solidarizo con los damnificados peruanos por el terremoto sólo por un falsete compromiso representativo, menos aún cuando no he donado ni aportado nada al respecto. No invito ni promuevo el país para que sea visitado, ni defiendo su idiosincrasia ni cultura. Cuando trabajo, diseño y escribo no lo hago pensando en el futuro del Perú, sino sólo en mí y en la poca gente que amo.
No creo que Perú sea lo máximo. Cuando estoy en otra nación no tengo nostalgia por volver. Me encanta el ceviche, la papa a la huancaína, la mazamorra morada, el pisco sour, al igual que la música criolla y la negroide peruana, pero disfruto también de otras comidas y expresiones culturales como si fueran tan mías. Tampoco me desvivo por ir a otro país, aún sabiendo que en el que nací hay escasez de oportunidades, de progreso y de crecimiento. Si decido emigrar es porque considero que merezco disfrutar de la riqueza y la cultura de todo el mundo, pero no para hincarme por algún puesto laboral. Lamento en demasía la dificultosa situación que atraviesa Perú, de la que gran parte de la culpa la tienen los angurrientos gobernantes y los líderes y dueños aristocráticos del país.
Y es que como antes lo expresé, Perú es un país indescriptible, pero no por la miscelánea geografía, sino por el modo en que conduce política y administrativamente su hacienda. Es una tierra herida, mixta, multicolor, heterogénea en todos los sentidos, lastimada por extraños pero más por propios. Un abanico de miserias y riquezas, de orgullo y deshonor, de opulencia y escasez, de aliento y apatía, de determinación y albur, de esperanza y decepción. Un país que nació dividido, y en donde por “democracia” se elige a los delincuentes, aquellos angurrientos de poder, ávidos de mamar el último flujo de su endeble país, al que robarán, al menos cinco años en el gobierno. Es un país sufrido, sacrificado y difícil, con un lamento indecible.
Me interesa el progreso del país. Me gustaría que se desarrolle y se termine la desigualdad, la división social, racial, la injusticia y la pobreza. Me incumbe la política peruana (deplorable y prostituida) aunque no me contamino con ésta. Me atrae la materia educativa y su amorfo y alicaído desarrollo, tan vacuo y patético como nunca antes, y he otorgado varios años de mi vida con una intensidad no experimentada a los jóvenes peruanos.
Y aunque he vivido grandes y exquisitos momentos felices, intensos, excitantes e inefables en muchas ciudades de este país, me quedan aún otros lugares de Perú y del mundo que me esperan para disfrutar de lo que me pertenece, no con la limitante de Tumbes a Tacna, ni del Pacífico hasta Loreto, sino cada continente y mar del globo terráqueo. No quiero ser circunscrito conmigo mismo, ni con mis sentimientos. No me produce deshonra no ser patriota ni nacionalista porque me resultaría restrictivo y mezquino, y yo me merezco más, sin duda todo lo bueno del universo.
Comentarios
Yo también soy terrestre......que le vamos a hacer , alguíen nos abandonó aquí, en esta piedrita en el universo por suerte y por desgracía. espero que al menos estes bien. Nos vemos. Adrián
No creo en el nacionalismo al igual que tu y tampoco en esencialismo de una patria.
Ojala algun dia podamos ser considerados los humanos todos como Ciudadanos Universales.
Y bueno, solo agregarte que tu post lo haz hecho el 28 de Agosto, aniversario de la reincorporacion de Tacna al Peru tras una larga resistencia y lucha por ideales tan opuestos a los tuyos por parte del pueblo de mis antepasados (nacionalistas).
Ironias de la vida.Al igual que tu, creo que ni el ADN ni la tierra me definen como persona.
Somos Libres, Séamoslo realmente... "sin patria, sin dios, sin amo" como dirian los anarquistas.