Marvin a veces trabaja. Por lo general es contratado para resolver problemas. Él no ha estudiado para resolver problemas, tampoco es su vocación ni es la actividad ideal para su trabajo, pero por lo general es llamado a resolver uno o varios.
Casi siempre lo ha hecho, como si fuera destinado a resolver los problemas de los proyectos en los que se sumerge. Marvin no disfruta plenamente en resolver problemas. Es más agotador que cualquier otra actividad. Peor aún, cuando pretende disfrutar o gratificarse de una solución objetiva aparecen de súbito e inmediatamente otros dos o más problemas para ejecutar acción.
Quizás el trabajo de solucionar problemas es más pesado y envejecedor que otros. Lo desventajoso de resolver problemas es que, de alguna forma, en cada respuesta exitosa dicho problema se lleva una parte de tu vida.
Marvin tiene que seguir trabajando. No tiene otra alternativa. No se imagina siquiera vivir de la literatura, es una utopía para la mayoría de los escritores. Todo lo contrario, tiene que resolver problemas si desea seguir escribiendo, además que tiene responsabilidades económicas que lo obligan a tener que habituarse a resolverlos.
El tipo de trabajo que tiene es paradógico. Marvin ha perdido sus grandes habilidades de memoria (indispensable para gerenciar contra las dificultades) a veces es distraído, y despistado, aunque tiene una gama de alternativas cognoscitivas y de aptitud que lo compensan, sobre todo la experiencia de muchos años resolviendo problemas es su mayor carta.
Pero lo que más preocupa a Marvin respecto a los problemas es saber quién resuelve los suyos. Porque si algo no pasa en el plano laboral, aparece en lo económico, personal o familiar, y el círculo de problemas sigue sin cesar, como si su trabajo estuviera programado para asfixiarlo. Pensó en muchas ocasiones en dejar de trabajar como solucionador de problemas, pero eso le generaría uno y más problemas. No todas las personas atraviesan lo mismo que Marvin ni ven las cosas desde su ángulo. Él siempre ha trabajado en eso, en producir esa carga de adrenalina que cada adversidad fomenta, y en convenio con las endorfinas agilizar su vida a un training avasallador.
Y sin embargo cuanto más problemas resuelve para la empresa que lo contrata, menos capacidad tiene de resolver los suyos. Marvin no discrimina eso como una cuestión de dinero, de tiempo, de energías, ni de interés. Simplemente es una máquina que analiza, discrimina, elabora hipótesis y resuelve (sin ese orden necesariamente) Su cabeza cabila en pensamientos inconstantes, aleatorios, desordenados que dan como resultado una resolución objetiva. Así justifica el sueldo que gana, el lugar donde vive.
Marvin aún cree que no ha nacido para resolver problemas, al menos eso intenta pensar. Ha nacido para escribir, esa es su vida. Lo demás es secundario. Porque en el mundo de la literatura no existen más problemas que el que se inventa, y es él quien mágicamente (como todo lo que pasa en la literatura) los puede desaparecer o intensificar. Para ese placer está destinado y tiene más adrenalida por producir.
Es la cuestión de la vida y de la mente: la necesidad frente al placer. Dejamos la necesidad por el placer? A qué precio? Es justo el precio de la necesidad? Y es acaso la necesidad de por sí un problema que resolver? Todo es relativo como el excitante ímpetu de crear, de jugar con la vida y la muerte, de la verdad y la ficción al escribir.
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