“Sé una persona de éxito”, “Construye tu vida planificándola”, “No seas mediocre”, “Haz lo mejor que puedas”, “Conviértete en una persona inteligente”, “La clave del éxito empresarial es la personalidad colectiva”.
Nos habremos encontrado en libros y conferencias de autoayuda, de gestión empresarial, de desarrollo personal y educativo con frases de cliché como las antes mencionadas. Pero es en realidad una buena alternativa esos conceptos como aprendizaje?
Cuando era pequeño quería ser futbolista, tener un auto, una casa, una esposa joven y linda y muchos hijos. No tengo ninguna de las anteriores. He fracasado!
La vida no sólo es absurda con esos conceptos, sino también destructiva. Aquella palabra no debería existir en el diccionario humano, lo mismo que la palabra éxito. Quién las inventó? Con qué objetivo? Son vocablos perjudiciales, dañinos y frustrantes.
Personalmente no le rindo la más mínima devoción a estas dos palabras, usadas muchas veces por los “grandes maestros” de la charlatanería empresarial, de gestión, educativa y religiosa. Es verdad que nos podemos proponer algo en particular y no conseguirlo. Pero por qué llamar a eso fracaso, cuando pudiera ser sólo un resultado distinto? Además no son acaso esas experiencias más didácticas, pedagógicas y útiles que las que nos llevan siempre a un resultado esperado? Cuando no logramos los objetivos aprendemos mucho más que cuando sí.
Por qué los grandes conferencistas insisten mucho en hacer seres “exitosos” en la vida empresarial y educativa? Simple! Porque de eso viven, con eso cobran su sueldo, y los más beneficiados serán siempre aquellos que lucran con el “éxito” ajeno. Así lo pintan demenciales estereotipos y sistemas como el “coaching”, un entrenador especial que te ayudará… perdón, hará de ti una máquina que produzca beneficios a tus jefes, benefactores y clientes. Esos conceptos antihumanos restan espontaneidad y sensibilidad a las personas de este siglo.
El mercantilismo ha inducido a rendir culto a cualquier forma o patrón que reste naturalidad a los seres humanos y los llene de ansiedades, angustias e infelicidad. No existe mayor potencia que la improvisación, creatividad, genialidad y exploración, lo que hace ser una persona más amplia, abierta, tolerante y feliz, sin necesidad de tener siempre “razones” para hacer cosas y disfrutaras.
Aunque no soy futbolista, me place ser escritor, y no ser considerado un gran escritor o el mejor, o acaso malo o el peor. No tengo auto pero disfruto plenamente tomar el bus, un taxi, o andar a pie, y me siento tan feliz que el dinero sería sólo un aditivo adicional que lo complementaría, lo mismo que una esposa joven, porque aunque la novia que tengo es contemporánea mía, soy feliz con ella y la veo tan hermosa que me gusta mucho. Que más podría anhelar?
Es verdad que tenemos que hacer lo mejor? Por qué? Si cuando beso, por ejemplo, me entrego totalmente, no doy lo mejor, lo doy todo. Por qué? Si cuando debo desarrollar un proyecto, simplemente me sumerjo en este con toda mi energía vital. Lo mejor predispone a una calificación. Quién califica lo que hacemos: Usted, sus compañeros, amigos, la gente que lo rodea? No me imagino hacer el amor lo mejor posible, simplemente lo hago con entrega plena porque me place y porque amo a quien comparte conmigo esa actividad. Mucho menos desarrollar mis acciones sin libertad, manipulado por paradigmas inconsistentes, como si tuviese que rendir un examen en la vida. Finalmente, la conducta perfeccionista está enlistada como un defecto, no como una virtud. No hay nada más deshumanizante que querer hacer lo mejor.
Acaso no puedo dormir una o dos horas más por placer? O escribir un artículo aún sabiendo que será clasificado como desacertado? O practicar una actividad mediocre? Quién me evalúa? Me importa muy poco dar lo mejor, ya que cuando quiero y lo decido doy todo, me entrego a plenitud. Aquel que dice que hay que hacer lo mejor se expone a ser aburrido, patético e inhumano.
Se considera una persona inteligente? Quién lo dice? Un test psicológico donde tiene más de 110 puntos de coeficiente intelectual? O sus amigos? Sus empleados? Su pareja? Vivimos en una era en la que son comunes los conceptos de Inteligencias múltiples, incluso se dice que son mucho más que siete. Hay una inteligencia que estudia la capacidad para ser feliz? No sería aquella la más atractiva y certera? Vivimos regados de profesionales que ostentan su “inteligencia” en cartones, diplomas y puestos de trabajo. Pero son éstas realmente felices, incluso afrontando muchas adversidades? Pues la realidad indica lo contrario. Cada vez más personas por conceptos anteriores y otras deformidades caen en la depresión, en el estrés severo y se dejan llevar fácilmente por cosas que los dejan en la miseria y el vacío interno.
La personalidad más atractiva tendría que ser, no la que soluciona los problemas, sino la que mantiene las ganas de vivir, de amar y de hacer cosas, aunque éstos no se lleguen a resolver.
Los empresarios, corsarios, magnates y aquellos que quieren vender cursos, libros y mentiras, siempre insistirán en una conducta de conjunto, tendencias de grupo, yo colectivo, etc. No existe más exabrupto a la naturalidad que aquella. Los seres son y siempre serán individuales, y lo mejor que se puede hacer es valorar, respetar y engrandecer aquella individualidad. No podemos restar aquello furtivamente con el pretexto de unificar la colectividad. El trabajo grupal y en equipo es algo deseable, pero no es razón para minimizar la capacidad de ser uno mismo. Eso no está lejos de la opción de interrelacionarse y hacer cosas en equipo, o vivir en comunidad e integrarse. Pero las políticas empresariales y sus pedagogos angurrientos apuestan en sus enseñanzas en desprestigiar furtivamente la individualidad para hacer una llamada “identidad” a los grupos, países, zonas, etc., como si se tratasen de autómatas o máquinas al servicio del resto. El gran camino al trabajo en conjunto y social es la grandeza de la individualidad de sus miembros.
El plan o proyecto de vida es otra horripilancia humana. No es que esté en contra de las propuestas, intenciones u objetivos. Pero programarse una vida a largo plazo me parece un absurdo, una estupidez, cuando no hay mayor exquisitez que la exploración y la espontaneidad de la vida excitante e inesperada, cargada de albur y riesgo, con múltiples desafíos y nuevos retos. Mi futuro es muy importante y lo anhelo y amo, pero no valen más que yo. Cada día que vivo es una experiencia nueva, pase lo que pase.
Y es verdad, las mentiras de la educación han maleducado a los seres humanos, que ahora son más máquinas que mujeres y hombres.
Comentarios
la vida no es un fin es un camino que no sabes a donde te dejará ni cuandas caidas ni cuantas cosas bellas encontraras, lo mejor transitarla lentamente paso a paso... en el mejor vehiculo que son tus pies.
Racso