Claro que no es fácil reconocerlo, es quizás tan doloso como decir que se padece de cáncer o algún mal con el que se tiene que convivir hasta la muerte. Y de alguna forma estoy resignado a vivir así. Aunque lo mío es distinto, me costaba hasta hace poco admitirlo negándolo y encubriéndolo, pero ya no es posible porque mina mi existencia de manera furtiva y aviesa.
Aunque ahora lo veo deportivamente. Ya no como un mal sino como si se tratara de la lesión que puede padecer un jugador, una espina en la carne como decía Pablo en la era cristiana del primer siglo.
La Neurosis con la que sobrevivo no es retórica, me encantaría que sólo fuera así, tal como me divierto al comparar mi pasión de escribir y hacia la educación misma con el parásito de la Solitaria, no, me lamento que sea nada ficticio y metafórico. Es una realidad que vive en mí desde hace muchos años, y que cuando creo que la he vencido, asfixiado, inutilizado y exterminado aparece de nuevo arruinando, en muchas ocasiones, las situaciones más felices de mi vida.
No puedo descartar también que quizás aquella anomalía vivaz, insolente, súbita y pérfida que trastoca mi ser con violencia me induce y persuade con frenesí a escribir con exacerbación, para amortiguar con suculencia aquel desvarío de mi ser. Y es que arremete impetuosa y repentinamente sin que la llame y la desee, con una furia herética, díscola e infame.
Ahora que la vivo y reconozco, tendré que recurrir a mis viejas adicciones para calmarla, tranquilizarla y apaciguarla: escribir con delirio, nadar con vehemencia, no como alimentando a un parásito sino como ingiriendo un estupefaciente, similar a aquellas pastillas de Bromazepán que contribuyen con mi sosiego y serenidad cuando estoy siendo afectado.
Escribir es mi pasión y nadar mi distensión, pero estaría dispuesto a dejar ambas del todo si eso significara desaparecer por completo al desconocido y extraño agente móvil de mis tendencias neuróticas. Lo daría todo. Sin embargo, escribir atenúa la afección pero no la desaparece, y nadar ha sido por años mi droga predilecta, la que tendré que consumir, además que por amor, por necesidad.
Y no se trata de una confesión mórbida y visceral, sino de un aporte substancial a aquello que no es correcto, porque la justicia plena, la verdad absoluta y la excelsitud son una utopía en esta Matrix. Un ensayo contradictoriamente humano, que refleja que las grandes visiones de las mujeres y los hombres de este planeta no son magistrales ni absolutos, ni acertados en su totalidad, ni impecables. Son como yo y mis enfoques, imperfectos, tal como la alegoría de Torcuato Luca de Tena: un Renglón torcido de Dios.
Original de:
malditoparanoico
Escrito y publicado en mi web personal el 07/11/2006
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